III ÉPOCA. ERASMUS+ IPEP de Jaén. Feliz Cumpleaños. 1 año de vida.

 Algunas preguntillas y reflexiones tras 1 año de trabajo Erasmus+.

 

Foto del equipo directivo del IPEP de Jaén. Foto de Manuel Ortega.


¿Está el actual sistema educativo adaptado a la realidad que rodea y marca a los internos penitenciarios? ¿Tenemos los docentes implicados en esta tarea tan importante la formación académica, didáctica y contextual que dicha docencia tan específica exige? ¿Qué conocimiento tenemos de la realidad que vive un alumno de Bachillerato en una prisión? ¿Acaso pueden descansar bien por las noches? ¿Pasan frío? ¿Se encuentran en las condiciones optimas para poder seguir una clase, tanto físicamente como anímicamente? ¿Tiene acceso a recursos educativos variados durante su rutina diaria? ¿Cuántas horas de docencia reciben? ¿Las mismas que el resto del alumnado del Bachillerato del IPEP, de quienes dependen? ¿Cuál es el horario adecuado que deberían tener? ¿se podría diseñar un programa por ámbitos, como en otros países? ¿Se está teniendo en cuenta la atención a la diversidad y la inclusión de una manera real con este tipo tan particular de alumnado? ¿Se han adaptado los temarios, procedimientos de evaluación a esta realidad? 



Foto de @mmolpor


¿Es el procedimiento de evaluación que se sigue el más indicado a tenor de sus circunstancias? ¿Tienen acceso a las plataformas educativas en red? ¿Es ello posible? ¿Pueden estudiar todas las asignaturas que la ley educativa contempla? ¿Debería existir un programa formativo y de estudios específico para este alumnado interno en centros penitenciarios como es el caso de otros países? ¿Tienen acceso, en definitiva, a todos los recursos, libros, materiales, herramientas digitales, docentes, de orientación, etc., que son necesarios para que puedan completar sus estudios? ¿Deberían ser estas enseñanzas más personalizas? Y, por último, ¿qué fin se persigue realmente con el hecho de que unos presos se matriculen en cursos de Bachillerato? ¿Conseguir matrículas? ¿Consolidar unas plazas de profesorado? ¿Ofrecer una segunda oportunidad? ¿Cómo les ayudan estos estudio en su proceso de reinserción social, de recuperación personal, de integración en la vida de una prisión? ¿Conocemos todos el profesorado a nuestro alumnado preso? ¿Tienen estos la información precisa que necesitan? O simple y llanamente: ¿tienen cuadernos, bolígrafos, folios y gomas? ¿Quién debe proporcionarlos? 


Pero la pregunta crucial es, desde mi humilde punto de vista, ¿cuál es, pues, la formación idónea que un docente penitenciario debe tener? ¿Y quién la ofrece? ¿Contempla el actual sistema educativo de formación universitaria esta variable? ¿Tangencialmente, en profundidad? 


A analizar todo ello vamos, ese es el fin de este gran empresa.


Repensando las prácticas educativas para adultos, estudiantes penitenciarios y menores infractores

 

Este proyecto Erasmus+, que intenta dar respuesta a todos esos interrogantes y otros muchos más, surgió cuando empecé a impartir clases de 1º de Bachillerato en la prisión de Jaén el curso pasado. Volvía casa hecho un ir y venir de sentimientos de todo tipo, de alegría -enorme- y de tristeza -profunda. ¿Pero, quién me había enseñado a mí algo sobre lo que es, debe ser, o debería ser una clase en una prisión? Me vi incapaz de ofrecer a mis alumnos -porque no hay matriculada ni una sola mujer, algo que da mucho que pensar- la atención que realmente se merecen. 

 

La norma básica de cualquier docente, por sentido común, es la de adaptarse al contexto en el que tienes que trabajar. Lo contrario es perder el tiempo y luego quejarse de que las cosas no van bien. Lo primero que tuve que hacer fue informarme sobre la prisión: cómo se vive en ella, quién vive allí, cuáles son las normas básicas, qué se debe hacer y qué no, qué está permitido. Al golpetazo brusco de las pesadas puertas de hierro que, una tras otra, se abren y cierran camino del aula se acostumbra uno relativamente pronto. Al cariño que recibo día tras día por parte de mis alumnos, también. Compensa el tiempo, el esfuerzo, los desvelos y los problemas que, como la vida nos enseña, surgen día a día. 

 

Hablé con Juan Manuel, con María Sierra, con Pilar y otros compañeros que ya tenían amplia experiencia. Les pedí consejo. Decidí buscar por  Internet empresas que ofrecieran cursos de formación para docentes que quieren trabajar en prisiones. Nada, nada de nada. Ni aquí ni en Legolandia. Cero absoluto. Así que empezamos a pensar que algo fallaba. ¿Cómo se pretende o se da por hecho que es lo mismo atender como Dios manda a un adolescente de 16 años que tiene todo lo que quiere (o no) que a un señor que lleva 15 años entre rejas? ¿Pero, a quién se la ha ocurrido eso? No sé, me da la sensación de que algo no funciona bien. El contexto no se tiene en cuenta.

 


Foto de @mmolpor




Todo ello nos llevó a un grupo de compañeros a tomar la decisión de empezar a buscar, a otear el horizonte más allá del Aneto y sus heladas laderas, a mirar hacia otros lugares para aprender, y para ello, decidimos echar mano de la entidad que más recursos ofrece hoy en día a todo aquel que quiera aprender, y casi gratis, y muy lejos si hace falta: Erasmus+. Este programa educativo de unión entre millones de ciudadanos europeos nos ofrece todo lo que necesitábamos. Tras un par de meses de nudillos inflamados frente a los teclados, conseguimos contactos en 10 países, con el objetivo de visitar prisiones que albergaran en su seno centros educativos de excelencia, que los hay. Junto a ello, rebuscamos entre los miles y miles de cursos Erasmus+ que se ofrecen hoy en día en la web. Tras un buen proceso de análisis, logramos dar con los cursos de formación que consideramos mejor se ajustan a los fines de nuestro programa. Son estos cursos cuyos programas de estudio estan íntimamente relacionados con las metodologías necesarias para poder atender correctamente al alumnado inmigrante, a entender cómo funcionan las mentes de  personas que han sido excluidas de la sociedad pero que buscan una nueva oportunidad de resocialización a través del estudio en estas escuelas de adultos, o sobre cómo se llevan a cabo las enseñanzas por ordenador en las prisiones -que también se hace en otros países-, y, de manera especial, cursos que nos presenten las estrategias más eficaces para atender desde un punto educativo y personal a los más necesitados.


Lamentablemente, también descubrimos algo que nos dio mucho que pensar: no encontramos ni un solo curso enfocado en la formación de docentes que trabajen con reclusos. Los hay por decenas sobre inclusión, atención a la diversidad, inmigrantes, etc., pero centrados exclusivamente en el mundo educativo en las prisiones, ni uno. En toda  Europa. Escribimos a una decena larga de proveedores de cursos con fama de ser exigentes, ofrecer cursos de buena calidad y que tienen prestigio entre el profesorado Erasmus+. Todo ello fue en balde. Solo hallamos un infinito agujero negro. Si analizamos el dato, la calva se me estremece: una parte lel mundo educativo vive al margen de las prisiones. Vivimos al margen de las personas que habitan en las prisiones. 


Foto de @mmolpor


Llegó la hora del parto. Tras 3 intensísimos meses de trabajo de la mano de un magnífico equipo de docentes, coordinado desde el primer día por el Jefe de Estudios, Ángel Santiago, quien informaba de todo el progreso al resto del Equipo Directivo, el IPEP dio a luz a un proyecto que, si se desarrolla como es debido inexorablemente incidirá, y de qué manera, en la reinserción social de cientos y cientos de personas que viven en las prisiones. Los frutos ya se notan, os lo puedo asegurar. 


Es obligación moral y profesional de cualquier docente que se precie estar al día en su formación didáctica, lingüística, digital y ‘contextual’, para no limitarse a pasar páginas de un libro o repartir fotocopias en blanco y negro, pedir al alumnado que rellene huequecitos y así cumplir el expediente, sino para verdaderamente influir con sus clases en su alumnado, luchando con esfuerzo para que algo cambie en ellos tras cada clase, para que su acción educativa tenga impacto diario, para llegarles al alma. Cualquier otra cosa es perder el tiempo, desperdiciar recursos y engañarse a uno mismo. Pero, ¡amigo!, a un interno en una prisión no le vale eso. O te dejas la piel en cada clase y consigues llegar a su alma o estás más perdido que el barco del arroz.


'La norma básica de cualquier docente, por sentido común, es la de adaptarse al contexto en el que tienes que trabajar.'


 

Nuestras 34 movilidades persiguen aprender de los mejores, de centros e instituciones educativas de prestigio, no solo en toda Europa -que lo tienen- sino más allá del charco. 

 

¿Hasta dónde llegaremos? Yo le digo al equipo del que aprendo día a día que no vamos a cambiar el mundo, ni mucho menos el sistema educativo, a lo sumo, un rasguño en la piel del dinosaurio. Y, además, habrá -de hecho las hay- instituciones y personas a las que esto de ‘cambiar, innovar, reflexionar, pensar, y actuar’ les pueda chirriar. Algunos, los menos, te miran con cara encarada o te dan un portazo en las narices, que también los ha habido, uno o dos. Y debe haberlos, pues eso significa que entonces no vamos por buen camino y que debemos abordar el problema desde otra óptica. Afortunadamente, la inmensa mayoría de los colegas no solo del IPEP sino de otros centros comparte, las mismas inquietudes, está dispuesto día a día a ayudar en la medida de sus posibilidades y colabora activamente. 

 

Pero nuestro trabajo ahora para cumplir los objetivos tan ambiciosos de este proyecto es viajar allá dónde sabemos con certeza que se está trabajando de manera sobresaliente en este sentido, allá donde podamos aprender, analizar, pensar y reflexionar para en una última fase ser capaces de proponer medidas educativas reales, factibles, que nos permitan mejorar la formación del profesorado que atiende a cualquier persona reclusa. Lo demás es, simple y llanamente, desperdiciar malamente los escasos recursos públicos. 

 

De momento, llevamos muchos más éxitos que portazos, pero habrá que seguir llamando a muchas puertas.


Foto de @mmolpor

Quiero transmitir mis felicitaciones a todos mis compañeros, a todos aquellos de otras entidades y organismos que apostaron por este proyecto tan fuera de lo común, que ya ha cumplido un año de trabajo realmente intenso, en equipo, un año duro, con momentos buenos y otros difíciles e incluso con momentos que se olvidarán, pero que, sin duda, ha merecido la pena. Creo que el Instituto Provincial de Educación Permanente tiene muchos motivos para estar muy orgulloso del trabajo realizado. 

 .

Coordinador Erasmus+ 

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